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viernes, 10 de junio de 2011

Capítulo 2

La calle Estanfor se abría a mi vista, y me emocione por eso y me entristecí a la vez. ¿Por qué estaba allí otra vez? Recordando esa noche de Diciembre… A ella…
Un ruido de un autobús me volvió a la realidad. Esa era mi calle, esa era mi vida nunca acabada.
Me miré a mi misma para ver si había cambiado, pero sin resultado. Llevaba esas mismas zapatillas de aquella noche… Un recuerdo horrible, pero no me podía separar de ellas al saber que me las había regalado mi madre…
Una lagrima empezó a bajar por mi mejilla, pero la pare antes de llegar. No la dejé acabar su trayecto, no aquel día, no en aquella calle. Empecé a andar torpemente hacía la casa blanca, con garaje, con jardín… Mi casa. Las piernas me flaqueaban, no podían saber que yo estaba allí, igual como aquella noche. Simplemente, era que no había crecido al volver entre los muertos, era igual. Tal y como acabe aquella noche mi crecimiento, estaba ahora allí. Un ángel no se podía permitir crecer más… Te quedabas igual que al morirte…
¿Por qué era un ángel yo? Si nunca hice nada por nadie… Nunca ayude a mis padres a ordenar la ropa, o ayudar con las tareas de la casa… Y ahora sin pensarlo era un ángel.
Los pantalones dejados por Anastasia me quedaban un poco grandes, pero la camisa azul dejada por Paula me quedaba divinamente. Ya era una joven más en ese pueblo, pero no mortal e igual que los demás jóvenes. Era una chica por fuera, pero un ángel por dentro que tenía que hacer un gran esfuerzo por esconder sus alas…
Me di una vuelta por mi casa, intentando tapar mi cara con la boina que llevaba y con la bufanda. Estaba igualita. Sin cambiar nada… Sin cambiar esa pintura que tanto me gustaba. Era mi casa, pero no podía vivir en ella por el simple hecho de ser un monstruo… Porque eso era. Un monstruo que no puede dejar salir su verdadera identidad…  Ya hice bastante con tintarme mi pelo de rubio, y dejármelo largo hasta la cintura. Yo que siempre lo llevaba recogido en mis moños… Y ahora… ¿Quién me viera no me reconocería? No era tan fácil… Mi cara no había cambiado, sólo mi aspecto físico y estético. Ahora estaba mucho más delgada. Y el pelo no era el mismo.
Sentí la necesidad de liberar mis alas del escudo de Fermín, de librarme por fin de esa necesidad de ver otra vez mi barrio… No quería estar más allí, pero justo cuando me di la vuelta en medio de mi antigua casa para irme, la puerta se abrió, y salió un chico de mi misma edad. Su pelo castaño me recordó a alguien de antes… pero no supe a quién. Él me pilló mirándole, y fue cuando yo volví la cabeza sonrojada, y eché a andar sin mirar atrás.
-¡Espera!- oí detrás de mi, pero no pare.- ¡Tú! ¡La chica de la boina!- cuando me llamó por la chica de la boina, me entraron unas ganas locas de decirle mi verdadero nombre… Pero no me atreví.
Me volví en mis propios talones, y lo miré de reojo sin levantar mucho la cabeza. Él se acercó casi corriendo, y se paro enfrente de mi con una sonrisa.
-No te conozco. Eres…- empezó diciendo.
-Soy nueva aquí. Bueno… sólo he venido de vacaciones.- si ese chico hubiera sabido porque estaba allí realmente…
-¿De vacaciones? ¿A Jerfi? Venga ya estás de broma…- vio mi cara que no hacía ninguna gracia, y dejó de reírse.
-Estoy aquí sola, sin padres… Es lo mejor. Bueno me tengo que ir…
-Sí, y yo… Me tengo que ir a clases.- contestó arrepentido.
-Encantada de conozerte…
- Marc. Soy Marc Stephenson.- me alargó su mano, pero no pude yo hacer lo mismo. Había dicho Stephenson… Ese era mi apellido también. Sino… que éramos familia. No podía ser.
-Soy Yolanda Hudren.- le tendí la mano con el miedo en el cuerpo, y le apreté la mano.
Marc me enseño una sonrisa perfecta y radiante. Me quede un poco helada porque esa sonrisa me recordaba a la de mi padre…
Dejé esos pensamientos que me estaban amargando, y me encaminé en el camino contrario a donde iba Marc.
-¡Yolanda!-me llamó antes de poder alejarme demasiado.-¿Te gustaría salir este sábado conmigo y con mis amigos?
Me quede… ¿Yo? ¿Un ángel saliendo con mortales? Desde cuando se había visto eso… pero no le podía decir que no, porque o sino…
-Vale. Dime cuando y en donde.- contesté mientras respiraba una bocanada de aire para que me despejara la cabeza.
-A las ocho en punto en el parque Kiin.
-Allí estaré.- respondí por lo bajini para que no me oyera.
Unos minutos en mi antiguo barrio y ya había conocido a un pariente mío… que supuestamente sería mi primo o nieto o ¡a saber que!
Que asco día aquel, pero todavía no había pasado lo peor.

Llegué a las afueras del pueblo, y respiré aliviada por no ver a nadie. ¡Por fin me podía ir de allí! Me quité la boina de la cabeza, y mi pelo teñido cayo a los lados de mi cara, largo y liso. Siempre se quedaba un pelo en medio de mis ojos. Lo aparté con una soplido, y miré a ambos lados. No había nadie. Pero me equivocaba. De pronto, el aire se volvió caliente y pesado… Hacía calor en Diciembre. Supuse que eso no era normal, alguien estaba detrás de todo eso. Los pelos de la nunca se me erizaron al notar una mano en mi pelo. La misma mano de aquella noche. Fría y suave a la vez. Yasmín estaba detrás de mi.
-Cuanto tiempo sin verte, Cloe. Mucho tiempo.- me aseguró con voz tranquila. Sabía que Yasmín no estaba allí solo para saludar, sino para algo más.
-¿Qué quieres, Yasmín?- le pregunté levantando la cabeza para expresar autoridad y confianza en mi misma, aunque no funciono mucho.
Yasmín se colocó enfrente de mi. Estaba igual, idéntica… Su pelo rubio castaño, recogido en una coleta, me hacía recordar mis recogidos especiales… Esa mirada felina que tenía y su cara de orgullosa. Daba asco.
-Visitarte, Cloe. Solo visitarte…- me tocó un mechón de pelo, y le pegué un manotazo para que apartara sus sucias manos de demonio de mi.
-Encima me pegas ¿eh? Has cambiado demasiado…
-¿No me digas?- respondí con ironía- Tú no has cambiado nada. Me sigues provocando nauseas.
Yasmín se acercó a mi deprisa, y no me dio tiempo a esquivarla. Me agarró del cuello y empezó a apretar con ganas. El aire no me llegaba a los pulmones… Sabía que si me mataba iría al Cielo de nuevo… O no.
-¡Suéltala, demonio asqueroso!- gritó una voz por detrás mi. La voz me resultaba familiar.
Yasmín se rió, pero ni tan solo aflojó un poco la fuerza con la que me cogía el cuello.
-¿Quién te crees tú para poder derrotarme?- le preguntó Yasmín a la presunta persona.
-No quiero luchar- contestó una voz, pero ésta vez era masculina.- Nosotros no luchamos, Yasmín.
Yasmín me apretó el cuello con más fuerza. Parecía como si la persona que le había hablado le causara odio… Y ese odio lo saciaba conmigo.
-Tú y tus sirvientes… Me dais angustia con tanta salvación y…- comenzó diciendo Yasmín con chulería.
-No te consiento que hables así de nosotros. Suelta a la chica, ella no te ha hecho nada- respondió la voz masculina.
El demonio me miró con una cara que me daba bastante miedo. Sus facciones se habían vueltos duras y transmitían un odio que apestaba en el ambiente.
-Ella me mató- dijo Yasmín dirigiéndose a mi. 
Me quedé con la boca abierta varias segundos que parecieron horas. ¿Qué yo..? ¡Pero cómo la podía haber matado si fue ella la que me quitó la vida en un abrir y cerrar de ojos! ¿Cómo podía ser yo la causante de todo?
Mis alas se volvieron rígidas y fuertes. Me escaparía de ella como tantas veces lo había hecho. Pero le tenía que dejar claro una cuantas cosas.
-Tú me mataste a mi. Tú me dejaste sola en mi pueblo, en una calle vacía justo al lado de mi casa… Me robaste con mi vida la amistad de mis amigos, la vida familiar junto a mis padres… Me lo quitaste todo.- decía todo esto con valentía, pero a la vez con miedo. Los ojos empezaron a escocerme. Las lagrimas querían salir a la luz… Pero yo no lo permití.
Yasmín me escuchaba con curiosidad. Sabía perfectamente de que hablaba. Sabía de que la estaba acusando, y cuando paso todo lo que estaba diciendo… Al final, me soltó del cuello con repugnancia, y dio varios pasos hacia atrás. ¿Qué pasaba?
Alguien me pasó una mano por mi hombro, y al instante sentí una ola de tranquilidad que recorría mi mente y mi cuerpo. Mis alas se recogieron poco a poco hasta desaparecer de mi espalda. En mi camiseta, solo quedaba dos cortes por detrás donde se indicaba que de allí, antes, salían mis alas. 
-Tu justicia no está aquí, Cloe.-me susurró la voz masculina de anteriormente, con suma tranquilidad en el oído.
La voz me hizo razonar. Ahora no podía hacer nada contra el demonio que tenía delante de mis narices. Yasmín abrió sus alas negras y largas. Sus alas tenía un parecido a las mías… Pero no sabía en donde. Antes de irse lejos de allí me dijo:
-Tú y yo no somos tan diferentes, Cloe.
A continuación, planeó a pocos centímetros del suelo, y se fue volando.

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